Nació en el seno de la clase media rural de Charleville, Mézières, en el Departamento de las Ardenas, en el noreste de Francia. En la familia de Rimbaud, la madre es recordada como una figura autoritaria, rígida educadora y con gran afán de respetabilidad: prohibió a sus hijos jugar en la calle con los hijos de los obreros, y el domingo iban todos en fila a la iglesia mientras la madre cerraba la marcha. Rimbaud detestaba la tiranía materna y se fugaba frecuentemente, pero siempre volvía al redil en Charleville, donde, todavía un jovenzuelo, se aburría mortalmente. Era superdotado y brillante: a los quince años ya había ganado todo tipo de premios de redacción y compuesto originales versos y diálogos en latín. Probablemente fue víctima de un ataque sexual por parte de soldados comuneros borrachos. Su poema Le Cour supplicié (El corazón torturado) así lo insinúa. Para entonces, su conducta se había vuelto caótica e irreverente; había comenzado a beber y se divertía conmocionando a los burgueses locales con sus vestimentas andrajosas, sus pintadas de «Muera Dios» en las iglesias y su cabello largo. Ante la invitación del eminente parnasiano Paul Verlaine (profundamente impresionado por la lectura de la obra maestra de Rimbaud: Le bateau ivre (El barco ebrio), volvió a París, a fines de septiembre de 1871, mudándose por poco tiempo a la casa de Verlaine. Este poeta, que era bisexual, rápidamente se enamoró de ese sombrío y grandullón adolescente de cabello castaño; e inmediatamente se hicieron amantes, llevando en adelante una vida disoluta de vagabundos, embriagados de ajenjo y hachís. En julio de 1873, después de una pelea particularmente violenta en la estación de trenes de Brucelas, Verlaine le disparó en la muñeca a Rimbaud. Verlaine fue arrestado y condenado a dos años de prisión. Hizo una pequeña fortuna como traficante de armas; hasta que en su rodilla derecha se desarrolló una sinobitis que degeneró en carcinoma; lo cual le forzó a regresar a Francia el 9 de mayo de 1891, donde días después le amputaron la pierna. Finalmente murió en Marsella, el 10 de noviembre, a la edad de 37 años. 
A negra, E blanca, I roja, O azul, vocales,
he de decir algún día vuestras alcurnias latentes.
A, negro corsé velludo de moscas resplandecientes
que zumban en derredor de fetideces brutales,
golfo de sombra; E, candor de vapores y de tiendas, temblor de umbela, rey blanco, lanza de hielos altivos; I, púrpura, esputo, sangre, reir de unos labios vivos
de cóleras o embriagados de penitentes enmiendas;
U, ciclos, vibrar de vino de mares verdosos, paz
de las dehesas sembradas de reses, arrugo tenaz
que la alquimia en la amplia frente pone a los meditabundos;
O, clrin sumo, estridente suscitador de despojos,
silencios atravesados por Serafines y Mundos:
O, la Omega, el puro rayo de violeta de Sus Ojos!
Mi Bohemia
(Fantasía)

Me marché, los puños en mis bolsillos reventados;
Mi paletó también convertido en ideal;
¡Yo iba bajo el cielo, Musa! y era tu vasallo;
¡Oh ¡La, la! ¡Cuántos amores espléndidos he soñado!
Mi único corazón tenía un gran agujero.
-¡Pulgarcito soñador, desgranaba en mi camino
las rimas. Mi pasado estaba en la Osa Mayor.
-Mis estrellas en el cielo tenían un dulce fru-frú.
Y yo las escuchaba, sentado al borde de los caminos,
esas placidas noches de setiembre en que sentia las gotas
de rocío en mi frente, como vino tónico;
Donde, rimando en medio de las sombras fantásticas,
cual liras, yo tañía los elásticos
de mis zapatos heridos, ¡un pie cerca de mi corazón!
Una temporada en el infierno

Antaño, mal no recuerdo, mi vida
era un festín donde se abrían todos los corazones,
donde todos los vinos corrían.
Una noche, senté a la belleza en mis rodillas.
-Y la encontré amarga- Y la injurié.
Me armé contra la justicia.
Huí. ¡Oh hechiceros, oh miseria, oh cólera,
a vosotras he confiado mi tesoro.
Logré desvanecer de mi espíritu toda esperanza humana.
Sobre toda alegria para estrangularla
di el salto sordo de la bestia feroz.
Llame a los verdugos para morder,
mientras agonizaba la culata de sus fusiles.
Llamé a las plagas, para ahogarme con la arena, la sangre.
La desdicha fue mi dios.
Me revolqué en el fango. Me sequé con el aire del crimen.
Y le di buenos chascos a la locura.
Y la primavera me trajo la horrenda risa del idiota.
Ahora bien, hallándome hace muy poco
a punto de lanzar el último ¡cuac!
soñe recuperar la llave del antiguo festín,
en donde tal vez recobraría el apetito.
Esta llave es la caridad. -¡Tal inspiración
prueba que he soñado!
"seguiras hiena, etc...", exclama el demonio
que me corono con tan amables adormideras.
"Gana la muerte con tus apetitos,
y tu egoísmo y todos los pecados capitales"
¡Ah! Estoy harto de eso: -Pero, querido Satán,
os conjuro, ¡una mirada menon iracunda!
y a la espera de algunas pequeñas vilezas rezagadas,
para ti que aprecias en el escritor
la ausencia de falcultades escriptivas o instructivas,
desprendo estas pequeñas aborrecibles hojas
de mi carnet de condenado.
Noche del infierno

He bebido un enorme trago de veneno. -¡Sea
tres veces bendito el consejo que me llego hasta mí!-
Se me abrazan las entrañas.
Muero de sed, me ahogo, no puedo gritar.
Es el infierno, ¡la pena eterna!
¡Mirad como asciende el fuego! Ardo como es debido.
¡Vaya, demonio!
Habia visto la conversación al bien y a la felicidad,
la salvación. ¡Podría describir esa visión,
el aire del infierno no tolera himnos!
Era millones de criaturas encantadoras,
un suave concierto espiritual, la fuerza y la paz,
las nobles ambiciones, ¿qué sé yo?
¡Las nobles ambiciones!
¡Y aún es la vida!-¡si la condenación es eterna!
Un hombre que desea mutilarse
está bien condenado ¿no es así?
Yo me creo en el infierno,
por lo tanto estoy en él.
Es el cumplimiento del catecismo.
Soy esclavo de mi bautismo.
Padres mios, habéis hacho mi desgracia y la vuestra.
¡Pobre inocente! - El infierno no puede atacar a los paganos-
¡Aún es la vida! Las delicias de la condenación
resultaron despues más profundas.
Un crimen, y pronto que yo caiga en la nada,
en virtud de la ley humana.
¡Calla, pero calla!... es la vergüenza,
el reproche, aquí: Satán proclamando
que el fuego es innoble y que mi cólera
es horriblemente estupida.
-¡Basta!... Errores que se me soplan al oido,
magias, perfumes falsos, musicas pueriles.
-Y pensar que poseo la verdad, que poseo la justicia:
tengo un criterio sano y definido,
estoy preparado para la perfección...
Orgullo. -La piel de mi cabeza se reseca.
¡Piedad! Señor, tengo miedo.
¡tengo sed, tanta sed! ¡Ah!
La infancia, la hierba, la lluvia,
el lago sobre las piedras, el claro de luna
cuando el campanario daba las doce...
Allí se encuentra el diablo a esa hora.
¡María! ¡Virgen santa!...
-Me horroriza mi estupidez.-
¿No están allí esas almas honradas,
que desean mi bien?... ¡Que acudan!...
Tengo una almohada sobre la boca,
no me oyen , son fantasmas.
Por lo demás, nadie piensa en los otros.
No se me acerquen. Huelo a quemado, es evidente
Las alucinaciones son innumerables.
Es lo que siempre tuve: falta de fe en la historia,
olvido de los principios,
Me callaré: poetas y visionarios sentirían celos de mí.
Soy mil veces el más rico,
seamos avaros como el mar.
¡Ah! el reloj de la vida
se ha detenido hace un instante.
Ya no estoy en el mundo.
-La teología es seria, el infierno
con seguridad está abajo-
Y el cielo en lo alto. - Extasis, pesadilla,
un sueño en un nido de llamas.
Cuántas malicias en la atenta contemplación del campo...
Satán, Fernando, corre con los granos salvajes...
Jesús camina sobre las zarzas purpurinas,
sin doblegarlas... Jesús camina sobre las aguas irascibles.
La literna no lo mostro de pie,
blanco y de oscuras trenzas,
en el flanco de una ola de esmeralda...
Voy a revelar todos los misterios:
misterios religiosos o naturales,
muerte, nacimiento, porvenir, pasado,
cosmogonía, la nada.
Soy maestro en fantasmagorías.
¡Escuchad!..
¡Poseo todos los talentos! -Aquí no hay nadie
y sin embargo hay alguien:
no quisiera esparcir mi tesoro.
-¿Quereís cantos negros, danzas de huríes?
¿Quereís que desaparezca, que me sumerja en busca del anillo?
¿Qué quereís? Haré oro, remedios.
Fiad en mí, la fe alivia, guía, cura.
Venid todos, -hasta las criaturas-,que yo os consuele,
que esparza entre vosotros mi corazón,
-¡el corazón maravilloso!- ¡Pobres hombres trabajadores!
No pido plegarias, solo con vuestra confianza seré feliz.
-Y pensemos en mí. esto apenas me hace extrañar el mundo.
Tengo suerte de no sufrir más.
Mi vida sólo fue dulces locuras, es lamentable.
¡Bah! hagamos todas las muecas imaginables.
decididamente estamos fuera del mundo.
Ni un solo sonido. Mi tacto desapareció.
Mi tacto desapareció. ¡Ah! mi castillo,
ma Sajonia, mi bosque de sauces.
Los atardeceres, las montañas, las noches, los días...
¡Estoy cansado!
debería tener mi infierno para la cólera,
mi infierno para el orgullo,
-y el infierno de la caricia; un concierto de infiernos.
Muero de lascitud. Es la tumba,
voy hacia los gusanos, ¡horror de horrores!
Satán, farsante, quieres disolverme, con tus hechizos.
Yo reclamo. ¡Yo reclamo!
un horquillazo, una gota de fuego.
¡Ah! ¡ascender otra vez a la vida!
Otear nuestras deformidades.
¡Y ese veneno, ese beso mil veces maldito!
Mi debilidad. ¡la crueldad del mundo!
¡Piedad, dios mío, ocúltame, me siento demasiado mal!
-Estoy escondido y no lo estoy.
Es el fuego que se levanta con su condenado.
Mala sangre
(Fragmento I)

Retomemos los caminos de aquí, cargado con mi vicio, el vicio que hecho sus raíces de sufrimiento en mi flanco, desde la edad de la razón que sube al cielo, me azota, me derriba, me arrastra.
La última inocencia y la última timidez. Lo dicho. No llevar al mundo mis repugnancias y mis traiciones.
¡Vamos! La marcha, el fardo, el desierto, el hastío y la cólera
¿A quié alquilarme? ¿A qué bestia adorar? ¿A qué imagen santa? ¿Qué corazones destrozare? ¿Qué mentira debo sostener? - ¿Sobre qué sangre caminar?
Cuidarse, más bien, de la justicia. - La vida dura, el simple embrutecimiento, - levantar, con el puño reseco, la tapa del feretro, sentarse, sofocarse. Así , nada de peligros, ni de senectud: el terror no es francés.
-¡Ah! me encuentro tan abandonado que ofresco a cualquier divina imagen mis impulsos hacia la perfección.
¡Oh mi abnegación, oh mi caridad maravillosa! ¡aquí abajo, sin embargo!
De profundis Domine, ¡si sere estúpido!
Mala Sangre
(Fragmento II)
¿Conozco siquiera la naturaleza? ¿me conozco?
-Basta de palabras. Sepulto a los muertos en mi vientre.
¡Gritos, tambor, danza, danza, danza, danza!
NI siquiera vislumbro la hora en que , al desembarcar los blancos,
me presipitare a la nada.
¡Hambre, sed, gritos, tambor, danza, danza, danza, danza!
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